Antonio Melero Bellido
Universidad de Valencia
Hero y Leandro en la literatura española.
No es mi intención, en esta comunicación, hacer una historia de la rara fortuna de este poema en nuestro Renacimiento. A ello ya dedicó F. Moya del Baño una completa monografía, que reúne también, en apéndice, casi todos los textos de nuestra Edad de Oro referentes al tema. Dicho trabajo ha sido completado con el estudio de Carlos García Gual, que precede a la traducción del Hero y Leandro de Museo de Guillermo Montes Cala en la B.C.G.
Mi interés se centra sobre todo en examinar el modo en que esta vieja leyenda griega configuró el imaginario colectivo español en un momento tan crucial para la historia de nuestra cultura como es el final del siglo XVI. Muchos factores (políticos, ideológicos, culturales) pueden ser bien ejemplificados con el estudio de la recepción de este tema poético.
Pero cabe preguntarse, antes de nada, por qué se impuso Boscán la fatigosa tarea de glosar el precioso poemita griego. Sin duda no fue ajeno a ello el hecho de que Hero y Leandro de Museo fuera una de las primeras obras impresas en el Renacimiento, debido, sin duda, a un error filológico de apreciación, ya que durante mucho tiempo se creyó que Museo era un poeta alejandrino (o incluso anterior). No debe extrañarnos, pues, que, a partir de entonces, la historia se extendiera rápidamente por toda Europa, proporcionando materia para traducciones e imitaciones de diferente naturaleza.
Hero y Leandro vinieron, así, a formar parte de esas parejas de enamorados inmortales -como Eneas y Dido, Abelardo y Eloisa- de los que se había guardado memoria en leyendas y relatos tradicionales. En España, por ejemplo, la historia se había transmitido oralmente durante la Edad media como muestra algún precioso romance judio-español.
La leyenda había sido divulgada también en Italia por poetas bizantinos o influenciados por los bizantinos como Giovanni Grosso d’Otrante (siglo XIII) o un poema épico anónimo en italiano del siglo XIV, La Leandrida.
En España Joan Roís de Corella, escribió un Leandre i Hero. Corella conocía el tema, muy probablemente por las Heroidas de Ovidio, aunque también llevó a cabo una traducción de la obra, con el título de Hero i Leànder, el médico valenciano converso Pere Pintor, catedrático de la Universidad de Valencia entre 1474/5 y 1484/5. En Italia hay también versiones latinas y romances de la obra. Un médico de Verona, da Monte, hizo la primera traducción latina en hexámetros de Museo. y en 1555 Bernardo Tasso compuso una paráfrasis en verso libre de Museo. Esta es, según parece, la fuente de inspiración del largo poema de Boscán, aunque queda abierta la cuestión de si Boscán tuvo bajo los ojos el texto griego de Museo, que vio la luz en Alcalá en 1514 que fue, como es sabido, la primera obra impresa de Demetrio Lucas. F. Moya se ha planteado la cuestión, llegando a la conclusión de que Boscán no sabía el suficiente griego como para seguir a Museo en el original, considerando que lo más probable es que conociera la obra de Museo por la traducción latina de Marco Musuro que acompaña a la edición de Aldo Manucio de 1494.
Tras estas precisiones prologales, el propósito de esta comunicación no es el de hacer una lista de las fuentes del poema boscaniano, sino, más bien, el de hacer hincapié en alguna clave de lectura de este poema, un larguísimo poema de 2793 versos sueltos (endecasílabos sin rima, astróficos), que ponen a prueba la paciencia del lector. Si bien algunos estudios han ofrecido algunas claves para entender el poema, es preciso aún integrar los diferentes estudios en un marco razonable de lectura.
1) Y una clave inmediata es el neoplatonismo. Un aspecto de esta corriente intelectual tuvo una gran influencia en el Renacimiento: el amor platónico.
2) Otro tema inequívocamente platónico es el de la apetencia del alma a la belleza, en virtud de una relación necesaria entre ambas.
3) Platónica es también la idea de que no hay un bien particular, sino general y, en consecuencia, cualquiera manifestación del mismo ha de ser necesariamente compartida.
4) Otro elemento, muy probablemente de origen neoplátonico, es el enorme interés por la astronomía/astrología.
5) La influencia de Petrarca y su escuela ha sido señalada por Anne J. Cruz, y es visible en el poema en la adecuación del tiempo poético al tiempo humano, según el modelo de la imitatio vitae, iniciado por Petrarca y seguido por sus continuadores, en especial el cardenal Bembo.
Todos estos elementos tuvieron que estar sometido a un propósito poético, a un designio creador. Y a ese propósito no debió ser ajena una determinada concepción del mito.
La mitología deja de leerse ahora en clave puramente moralizante-simbólica o astrológica, que había sido fundamentalmente el método medieval- para cobrar, como hemos dicho, una dimensión alegórica. Desde el plano poético, estos tratadistas de finales del XV y comienzos del XVI ven en la ficción mítica una expresión estrechamente emparentada con la poesía. Ambos, mito y poesía comparten la cualidad de la creación, manifestación humana de la capacidad divina de crear de la nada. Platonismo es esa idea de que las ficciones míticas están inspiradas por Dios. Y ese difuso platonismo es el que, sin duda, llegó a Boscán.
Finalmente examinamos la articulación de la mitología en el Hero y Leandro de Boscán, destacando los siguientes procedimientos:
1) substitución/alusión
2) La comparación o símil, que ilustra muy plásticamente una determinada situación, estado o sentimiento.
3) Un procedimiento diferente es servirse del mito para componer un paradigma o ejemplo. A lo largo del extenso poema, Boscán se sirve del paradigma mítico con diversos propósitos. Uno de ellos es lo que podríamos llamar el paradigma argumentativo. El mito sustituye a un argumento, convirtiéndose así en imagen plástica de un concepto o representación más abstracta.Dentro de esta sección incluimos, como un procedimiento de la encomiástica erótica renacentista, la utilización del mito como hipótesis comparativa.
4) En otros casos la referencia mítica se convierte en un elemento estructural del poema, contribuyendo a la  creación de un ambiente exótico o a la construcción de la estructura temporal del relato.

Todo lo dicho es sólo una aspecto de un largo poema renacentista que, si bien imita muy de cerca las fuentes antiguas -Virgilio, Ovidio, Museo-, transforma todo el material mítico integrándolo en una unidad poética articulada y coherente. No es, ciertamente, un poema perfecto el Hero y Leandro de Boscán, pero nuestro juicio debe atenerse a los principios de una poética en la que la recreación del mito greco-latino era una condición obligada.