La población y su distribución.

      Uno de los rasgos más llamativos de la demografía canaria es el peso de las migraciones en la caracterización de su población. Desplazamientos que ya en el siglo XVI, tras la conquista, configuraron un mosaico de culturas: andaluces y gallegos; extremeños, castellanos y catalanes; portugueses; genoveses; flamencos, ingleses e irlandeses; negros y moriscos; judíos expulsados de Portugal, junto a los aborígenes que sobrevivieron al proceso conquistador, forman parte de la población del archipiélago, que a finales de esa centuria se estima no fue superior a los 35.000 habitantes. Desde entonces, los efectivos del archipiélago crecen con rapidez, como consecuencia de las altas tasas de crecimiento vegetativo, y a pesar de las repetidas crisis de subsistencia y los efectos de la emigración americana, que se hace intensa a raíz del retroceso en el comercio de vinos a finales del siglo XVII, y llega prácticamente hasta los años setenta del presente siglo. A partir de esa fecha la población canaria va adquiriendo sus rasgos actuales: bajas tasas de natalidad y mortalidad; creciente corriente inmigratoria formada por personas de origen extranjero y los antiguos emigrantes y sus familias, que regresan debido a la crisis por la que atraviesan los antiguos países de acogida, fundamentalmente Venezuela; concentración en las dos islas centrales, Gran Canaria y Tenerife, en la franja litoral, por debajo de los 300 metros y en las capitales insulares (Las Palmas de Gran Canaria y Santa Cruz de Tenerife-La Laguna agrupan más de la mitad de los efectivos de sus respectivas islas).

   El cambio de modelo económico de base agraria por otro basado en el turismo, la construcción y los servicios, así como el reforzamiento del papel de las capitales insulares, en las décadas centrales del presente siglo, dio lugar a una profunda redistribución de la población canaria. Ésta se traslada desde las tierras de medianías a la franja litoral y, en las islas mayores, desde las vertientes de barlovento hacia los sotaventos, ya que allí se desarrollan los nuevos cultivos de exportación y se construyen las urbanizaciones turísticas, con la extensión de las modernas infraestructuras: autopistas, puertos y aeropuertos. Al mismo tiempo, también se da un proceso creciente de atracción hacia las áreas urbanas de Tenerife y Gran Canaria, en detrimento del resto de islas. Todo ello ha provocado la ocupación de nuevos espacios, vacíos en el pasado, la reducción de los contrastes entre vertientes, la aceleración del proceso de urbanización y el rápido envejecimiento de la población de las islas más agrarizadas, fundamentalmente las de la provincia occidental.