Historia e instituciones.

      La ubicación geográfica (hasta el siglo XV Canarias era el extremo occidental del mundo conocido) y la naturaleza del archipiélago (islas montañosas con gran diversidad de paisajes) han propiciado el desarrollo de una serie de mitos que suelen iniciarse con el conocimiento homérico de estas islas y terminar con la leyenda de San Brandán y su búsqueda del ansiado Paraíso (San Borondón, la octava isla, descrita y cartografiada por diversos autores entre los siglos XVI y XVIII). Campos Elíseos, Islas de los Bienaventurados, Jardín de las Delicias, Jardín de las Hespérides, La Atlántida e Islas Afortunadas son, entre otros, los temas míticos greco-latinos que se han aplicado a las Islas Canarias desde, por lo menos, el siglo V anterior a nuestra era.

    El origen de los primitivos pobladores del archipiélago cada vez parece más claro que debemos situarlo en el mundo bereber del N de África. Estos grupos llegaron a las islas en distintos grados de evolución cultural y en diferentes momentos históricos, lo que explica que cada una presentase, en el instante de la conquista, caracteres propios y diferenciadores. Salvo en Gran Canaria y el N de Tenerife, donde la agricultura alcanzó un gran desarrollo técnico, llegándose a constatar la presencia de regadío, la economía de las islas, de signo pastoril (la cabra, la oveja y el cerdo, constituían su base), se complementaba con la práctica de la agricultura y la recolección de frutos y productos marinos.
        A la llegada de los conquistadores europeos, a lo largo del siglo XV, las islas se encontraban subdivididas en distintas jurisdicciones territoriales, salvo Lanzarote y El Hierro, donde sólo existía una tribu. Gran Canaria aparecía dividida en dos guanartematos, Tenerife en 9 menceyatos, La Gomera en 4 tribus y La Palma y Fuerteventura, en 11 y 2 reinos o señoríos, respectivamente.
        La conquista, repoblación y aculturación del archipiélago, que los historiadores dividen en dos etapas, abarcan la mayor parte del siglo XV. Durante la etapa señorial, y entre 1402 y 1404, los normandos Jean de Bethencourt y Gadifer de la Salle, con el apoyo de Enrique III de Castilla, conquistan las islas de Lanzarote, Fuerteventura y El Hierro. La ocupación de La Gomera, iniciada en 1420, será concluida años más tarde por Fernán Peraza «el Viejo». La etapa realenga se inicia en 1477 con la compra de los derechos de conquista de las islas aún sin ocupar a los señores de la familia Herrera-Peraza por parte de la Corona de Castilla, consumándose posteriormente la anexión del resto del archipiélago al reino castellano: Gran Canaria (entre 1478 y 1483), La Palma (entre 1492 y 1493) y Tenerife (entre 1494 y 1496). Pedro de Vera, en el primer caso, y Alonso Fernández de Lugo, en los dos siguientes, fueron los principales protagonistas de esta fase de la conquista.
        La conquista castellana supuso la destrucción del mundo aborigen en todos sus niveles. La muerte, las enfermedades, la esclavitud, las deportaciones y la adaptación a una nueva sociedad provocaron una disminución considerable de la población autóctona del archipiélago. La conformación social de Canarias se caracterizó entonces por un alto grado de mestizaje entre los aborígenes que sobrevivieron al proceso, los europeos y las minorías africanas, fundamentalmente esclavos introducidos para las labores agrarias vinculadas al cultivo de la caña de azúcar.
        Las Canarias tuvieron inicialmente una organización administrativa diferente según se tratara de islas de señorío, sometidas hasta el siglo XIX al gobierno de los señores que habían obtenido del rey el derecho o facultad para hacerlo, o de realengo que, conquistadas en nombre del rey, fueron gobernadas por poderes o capitulaciones.
        Sobre los concejos municipales o cabildos, cuyo ámbito territorial era la isla, descansó la organización administrativa de Canarias hasta que en 1812, como consecuencia de la aplicación de la Constitución de Cádiz, las islas se dividen en municipios, tantos como parroquias existían en cada una de ellas, algunos de los cuales han desaparecido, constituyéndose otros nuevos hasta alcanzar la cifra actual de 87. Los Cabildos Insulares, uno por isla, se crean en 1912, iniciándose un conflicto de competencias con la Diputación Provincial, suprimida trece años después. En 1927, la Provincia de Canarias, cuya única capital hasta entonces era Santa Cruz de Tenerife, se divide en dos, con los nombres y capitales ya citados.
        En plena transición hacia el nuevo sistema democrático y descentralizado, se aprobó en marzo de 1978 el régimen preautonómico del Archipiélago Canario, que concedía a esta Comunidad un estatus de autonomía provisional, pocos meses antes de la aprobación de la Constitución española. La primera Junta de Canarias diseña, a partir de entonces, diversos anteproyectos de Estatuto de Autonomía, siendo aprobado el propuesto por la UCD en diciembre de 1980, resolviéndose con ello el problema de la ubicación de las sedes de las instituciones autonómicas: capitalidad compartida por las ciudades de Santa Cruz de Tenerife y Las Palmas de Gran Canaria, alternando en ellas la sede de la Presidencia del Gobierno por periodos legislativos; el Parlamento, constituido por 60 diputados, 30 por provincia, se ubica en la primera de las ciudades citada; la Delegación del Gobierno, en la capital grancanaria; la ciudad tinerfeña de La Laguna es la sede del Consejo Consultivo de Canarias y Santa Cruz de La Palma, en la isla del mismo nombre, del Diputado del Común. El Día de la Comunidad Autónoma se celebra el 30 de mayo de cada año en recuerdo de la fecha de constitución del primer parlamento autonómico, en 1983.
     En el orden educativo, el archipiélago posee dos Universidades: la de La Laguna, en la isla de Tenerife, fundada en 1792, y la de Las Palmas de Gran Canaria, dependiente de la anterior hasta 1989, fecha en que se produjo su segregación.