Las actividades económicas.

      Dos de los rasgos más destacables de la economía canaria actual pueden ser la profunda dependencia del exterior y la extensión del desempleo. Existe un gigantesco desajuste entre la oferta local de productos y la demanda, cuyo déficit se cubre con las importaciones. Pero esta dependencia externa constituye una característica estructural del funcionamiento de la economía canaria, al menos en la última centuria y media. Ha contado con un poderoso aliado de naturaleza institucional en el particular régimen comercial-fiscal que, en sus diversas versiones y desde 1852, se ha orientado a favorecer la presencia de oferta extranjera en el sector comercial canario.

    Factores que condicionan severamente el desenvolvimiento económico del Archipiélago son, entre otros, el reducido tamaño de su mercado, fragmentado a su vez en siete submercados insulares; la imposibilidad, por escasez de recursos propios, de transformar bienes y hacer frente a una demanda crecientemente especializada; y la relativa incidencia de un escaso nivel de desarrollo en un contexo de insularidad alejada, que lastra las posibilidades de competir en el mercado internacional.
        El archipiélago, que dispuso de una base económica relativamente diversificada, en la que destacaban la agricultura —de clara orientación exportadora—, la pesca, una incipiente industria relacionada con una y otra, y las actividades terciarias, ha visto evolucionar su modelo desde mediados de los años sesenta hasta alcanzar la situación actual, absolutamente polarizada sobre el triángulo motor del turismo, la construcción y el comercio. Las otras columnas con cierta autonomía funcional, la industrial y la del sector agrario, se han movido en una tendencia, respectivamente, de estancamiento o franco retroceso.
        El turismo supone la columna vertebral de la actual economía canaria, y ese papel desencadenante ha estado en gran medida fundamentado en unos ventajosos recursos naturales (sol y playa), y no tanto en su organización. Se ha realizado un notable esfuerzo en la creación de una potente planta de instalaciones e infraestructuras en las islas de Lanzarote, Fuerteventura y, sobre todo, Gran Canaria y Tenerife. Algunas acciones y ciertas localizaciones han ido poblando de deseconomías al sector, repercutiendo en el prestigio de su conjunto. En particular, lo dañan el intrusismo en la oferta empresarial por parte de agentes más interesados en un negocio inmobiliario con atractivo especulativo, que en la consolidación de un sector hotelero con calidad competitiva y deseos de permanencia a largo plazo. Es preciso constatar, además, que una parte sustancial de los beneficios turísticos quedan fuera de Canarias, al correr a cargo de las principales empresas transnacionales de esta industria del ocio la organización de la demanda de viajeros y la intermediación con la oferta de alojamientos. Bajo tales parámetros visita anualmente las islas una cifra superior a los diez millones de turistas, con tendencia ligeramente ascendente.
        Las ramas de Refino de Petróleo, Energía Eléctrica, Potabilizadoras y Tabaco, representan en torno al 55 por ciento de toda la producción bruta industrial de Canarias. En las dos primeras ramas existe, respectivamente, una sola empresa; y el campo de las potabilizadoras y tabaco cuenta con pocas empresas, además de una alta participación pública a través de las corporaciones locales o de Tabacalera. La industria alimentaria compone casi un cuarto de la producción industrial. El resto (industria básica y extractiva, junto a la actividad manufacturera y artesana) presenta unas bajas proporciones.
        La actividad agraria, hegemónica hasta mediados del siglo XX, ha visto reducir su importancia económica y su peso en la población activa a medida que se desarrolló el sector turístico y su correlato en la construcción y los demás servicios. Unos y otra compiten por la mano de obra, disputándose también el agua y, en ocasiones, el espacio físico, al coincidir algunos de los solares más apetecidos por la actividad inmobiliario-turística con los ámbitos agroclimáticos más favorables. Tras la pérdida de la reserva del mercado peninsular para el plátano canario, a comienzos de los noventa, las producciones isleñas afrontan un incierto futuro con relación a la nueva competencia con las bananas comercializadas por las multinacionales norteamericanas. El otro renglón agroexportador, el tomate, presenta una situación más consolidada, pero igualmente dudosa debido a la creciente competencia en los destinos europeos con las producciones hortofrutícolas del Magreb. Los únicos subsectores que parecen estabilizarse o aumentar en los últimos años son la producción vitivinícola y la cabaña ganadera (fundamentalmente caprina), esta última destinada a la producción de quesos del país.
        Los años ochenta vieron liquidarse los dos factores sobre los cuales se sustentó históricamente el desarrollo de las pesquerías canarias: la proximidad de los caladeros y la libertad de acceso a los mismos. En la década anterior, los países oesteafricanos ribereños al Banco Pesquero Canario-Sahariano extendieron la aplicación del nuevo derecho internacional del mar sobre sus aguas, dando al traste con aquellos factores estratégicos e iniciando la ruina de la industria conservera de pescado, importante hasta entonces en varias de las islas.
        El fenómeno del paro constituye un problema social relevante en Canarias desde el inicio de la crisis económica, a principios de la década del 70. La situación de desempleo afectaba, en 1998, al 17,2 por ciento de la población activa. Puede decirse que el modelo de desenvolvimiento económico, seguido en Canarias en las últimas décadas, plantea notables dificultades estructurales para la generalización del empleo así como para la distribución más equitativa de la riqueza y el amortiguamiento de los desequilibrios sociales.